«[…] y no por esto quiero inferir que no sea loable este exercicio del traduzir porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre, y que menos provecho le truxesen.»
Miguel de Cervantes
Aplicando el rigor histórico, probablemente podríamos decir que «el oficio más antiguo del mundo» es la prostitución. No obstante, justo después de satisfacer su instinto sexual fuera de la cueva conyugal es muy probable que el cavernícola de turno se viese en la necesidad de relacionarse con alguna tribu cuyo lenguaje comunicativo le fuese ajeno. Ojo avizor estaría algún trujamán primitivo que resolvería la papeleta al lujurioso troglodita, seguro.
Y es que la mediación intercultural es tan necesaria ahora como lo era en la Prehistoria: allí donde haya interlocutores que deseen relacionarse y que, sin embargo, no compartan una lengua, serán precisos los traductores e intérpretes. Pero, ¿qué hacen realmente estos extraños bichos que normalmente encontramos en jaulas de cristal al fondo del salón de conferencias o sentados ante un ordenador hora tras hora?
El traductor, idealmente, será una persona que cuente con un conocimiento profundo no solo de su propia lengua y de la lengua extranjera, sino también de las culturas representadas por estas. Esto es fundamental y diferencia al traductorcillo del traductorazo. Podrá usted diferenciar a un traductor por lo pesado que es con tildes, mayúsculas y preposiciones – para muestra un botón, aquí tienen una bitácora dedicada precisamente a ello.
El intérprete es harina de otro costal. A la insistencia enfermiza sobre las normas ortotipográficas se unen otras características más relacionadas con la propia personalidad. Algunos afirman que un intérprete no es más que un traductor que desarrolla su actividad de forma oral, y no por escrito. En mi opinión, para interpretar hay que tener otro carácter. Mientras que el traductor de pro disfruta de la soledad y de la tranquilidad, el intérprete es un yonqui de la adrenalina que le produce salir al ruedo a capear a los miuras que, casi siempre, son los ponentes – el que no se pierde en sus propias digresiones habla para el cuello de la camisa o lee un farragoso discurso que, sorprendentemente, ha logrado meter en una presentación de PowerPoint.
Muchos profesionales combinan ambas actividades, traducción e interpretación y de hecho, en mi opinión, es lo ideal. La traducción permite investigar y revisar hasta atinar en la equivalencia más cercana entre la lengua de partida y la de llegada. La interpretación nos enfrenta cruelmente a nuestras carencias lingüísticas. En todo caso, el profesional de las lenguas necesita estar en constante formación, conocer los nuevos términos y profundizar en los diferentes registros de la lengua. Debe entrenarse de forma constante y estar al día de los temas que pueden surgir.
Tiene razón Cervantes en que «en otras cosas peores podría ocuparse el hombre», siempre es mejor pedir que robar, pero no menosprecie el papel de un traductor/intérprete. Mire donde mire está rodeado de traducciones. Somos muchos, sabemos donde vive.
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